Soy una mujer mediterránea.
Eso significa que necesito el sol, y el mar. Tanto como necesito el aire, mucho más de lo que necesito la comida.
El sol, el mar, me dan la vida.
Desde que empezó el invierno, me puedo pasar horas mirando el cuadro de Camila en la playa. O el del mar azul de Corfú. O el muro blanco y los geranios de Tamarit.
Pero estamos en invierno. Hace frío. Tiene que hacer frío.
Nieva.
Vivo en la montaña, en una casita blanca al lado del bosque.
Y eso también me gusta.
Me gusta el paisaje empolvado de blanco, ligeramente borroso, como un sueño.
Me gusta el ambiente adormilado del bosque cuando nieva.
Los pequeños tesoros de hielo, joyas brillantes colgando de los aleros.
Y las lágrimas heladas del magnólio...
(Pero sigo necesitando el sol, y el mar. Fuera vuelve a nevar...)
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