Tengo que reconocerlo: me encanta esta época del año.
Me gusta que mi casa huela a naranjas, a clavo, a canela.
Aunque siempre he sido más de solsticio que de navidad, me gusta el aire kistch e infantil de las decoraciones navideñas.
Me gusta sentirme pequeña otra vez.
Y contar los días que faltan para Yule, y decorar la casa con todas esas cosas un poco horteras, un poco infantiles, un poco tontas, un poco alegres, y también un poco tristes, porque te hacen recordar cosas que ya nunca volverán a ser. Pero esa es una buena tristeza, en realidad.
Más bien, una buena melancolia.
Así que ya he empezado la cuenta atrás.
Ya he buscado la caja de los adornos.
Ya he sacado el calendario de adviento y al viejo reno de la nevera.
Ya he empezado a pensar que puedo regalar a quien, que cosas nuevas puedo hacer.
Pensando en galletas de canela y de chocolate, pensando en la noche más larga del año.
Esperando...
Feliz espera.
Si me comentáis no me enfado, de verdad...
ResponderEliminarMariquilla, si es que ando más liá que la pata de un romano. Ya ves mis blogs, que tienen un hambre... Un día de éstos me tengo que poner. Pero claro, ahora viene todo el jaleo de la navidad, preparar montones de cosas, y buscando los regalitos (algunos los tengo, algunos los tengo sólo en mente y les tengo que dar forma, algunos, la verdad, ni idea...)
ResponderEliminarYo siempre celebraba mi cumpleaños poniendo el árbol de Navidad. Y es curioso cómo sigo sin hacerme mayor para tantas cosas, pero la Navidad se la llevaron los años y el trabajo, que me acostumbré a pasarla más ahí que en casa... Cosa que hizo que me acostumbrase a no adornar mi casa.
Mira tú por dónde, creo que me has animado a que este año haya un ambiente diferente en casa. El año pasado compré un mini arbolito de luces, este año unas pegatinas para los cristales, y a ver si me animo y pongo alguna cosita más...
Ya te contaré.
Un besazo