Mi cicatriz es un camino rosa que nace bajo los senos y se desliza sobre mi vientre hasta llegar al ombligo.
Mi cicatriz no es hermosa.
No hace falta que lo sea. Me devolvió la vida, y eso la convierte en la parte más hermosa de mí.
Cuando, un tiempo después, hablé con el cirujano, me dijo que sería fácil eliminarla con láser. Que no tenía porqué ser para siempre. Reconozco que me lo pensé bastante, pero ahora he decidido que no quiero deshacerme de ella, nunca. Porque me recuerda cosas que no quiero olvidar. Porque gracias a ella mi vida ha cambiado, todo ha cambiado. Porque es parte de mí. No puedo deshacerme de lo que soy, de lo que me conforma. Yo también soy esa cicatriz.
Todos tenemos cicatrices.
Algunas se ven. Otras no.
La cicatriz de la apendicitis, o la de aquella vez que nos caímos de la bicicleta. La cicatriz mal curada de un amor de adolescencia. Las múltiples y dolorosas cicatrices de aquellos que ya se fueron, que nos extirparon a la fuerza, de repente, o tal vez fue despacio, muy muy despacio.
Y todas esas cicatrices que nos dejaron los momentos amargos, las tristezas, las palabras, que tanto hieren.
Cicatrices de recuerdos...
Mi cicatriz es un poco de las dos. Es un recuerdo. Es un pedazo de mi vida. Es la señal terrible de una terrible operación.
No me importa lo terrible que sea. Para mi no lo es. Aunque no sea hermosa, para mi es lo más hermoso del mundo. Me devolvió la vida...
Casi tres años ya...
Al despertar, la sentí a ella lo primero de todo, como un gran hueco, un vacío negro lleno de estrellas por el que se colaba todo el frío del mundo. Un viento de estrellas...
Me dolía. Me costaba moverme. Se estaba convirtiendo en parte de mí, y eso siempre duele.
Ahora ya lo es. Ya soy yo. Y casi me siento orgullosa de ella.
No quiero un cuerpo perfecto.
Quiero a mi cuerpo, así, como es, con sus fallos, sus errores de diseño, sus marcas, sus cicatrices.
Los cuerpos más hermosos que conozco son los que están llenos de vida. Porque la han vivido. Porque están vivos. Imperfecta y maravillosamente vivos. Me gustan las cosas imperfectas.
Soy imperfecta.
Maravillosamente imperfecta.
Y si a alguien le importa, entonces es que esa persona no merece la pena. Si me quieres, me quieres así. Con cicatrices. Porque eso es lo que soy.
Y estoy orgullosa de serlo.
Orgullosa de mi vida.
Y mi vida es esa cicatriz. Así que ahí se quedará, un camino que nace bajo los senos y se desliza sobre mi vientre hasta llegar al ombligo.
Los caminos son para recorrerlos ¿verdad?
Hay muchos caminos que recorrer en este cuerpo imperfecto. Hay una cicatriz rosa. Y una Terra Incognita, en el punto justo donde se une la oreja con el cuello, un lugar suave, salvaje y peligroso. Hay mapas, pero son imperfectos también, y en las esquinas alguien ha escrito "Aquí hay dragones". Pero los mapas también indican el camino de algunos tesoros, tesoros de piratas, tesoros escondidos en las islas y los mares de este mundo imperfecto, con sus errores, con sus cicatrices.
Tal vez, el mayor de los tesoros esté precisamente ahí, en esa cicatriz.
Quien sabe...
Que curioso. Empiezo hablando de cicatrices y acabo con tesoros, piratas, islas y caminos secretos.
Y Terras Incognitas.
La que descubrió un pirata travieso que se perdió hace ya mucho tiempo en algún otro mar. Pero la Terra Incognita sigue ahí.
Y ahí está la cicatriz.
Y aquí estoy yo, con todos mis fallos, mis errores, mis imperfecciones.
Orgullosa de ser yo.
Y al que no le guste, él se lo pierde...
bonica!
ResponderEliminarde cicatrices sé mucho de las físicas y las que no són físicas...
tienes mucha suerte de tener una cicatriz positiva porque yo por más que he estado pensando no he encontrado una positiva en mí, quizás la próxima pueda ser así...seguro que sí!
besitos!
Tomo prestadas tus palabras:
ResponderEliminar"...Mi cicatriz es un poco de las dos. Es un recuerdo. Es un pedazo de mi vida. Es la señal terrible de una terrible operación (...)
Al despertar, la sentí a ella lo primero de todo, como un gran hueco, un vacío negro lleno de estrellas por el que se colaba todo el frío del mundo. Un viento de estrellas...
Me dolía. Me costaba moverme. Se estaba convirtiendo en parte de mí, y eso siempre duele".
Hace ya dos años, María, mi cicatriz me salvó la vida.
Rosa
Lo se, Rosa.
ResponderEliminar¿Sabes? Cuando estaba escribiendo, también me acordé de ti...
Lore, todas las cicatrices pueden ser positivas y negativas. Y todos tenemos cicatrices de los dos tipos. Mi cicatriz física tiene su lado bueno, pero hay otras, de las que no se ven, que aún duelen, y mucho, y que no dejarán de doler nunca. El secreto está, supongo, en aprender a convivir con ellas, con las buenas y con las malas, porque todas son parte de lo que somos.
Y yo aún estoy aprendiendo a hacerlo, no creas.
Las cicatrices
ResponderEliminarCuando ya todo ha pasado y ves la herida de color de rosa...
Todos tenemos cicatrices: la buena gente y la mala también...
Las cicatrices son valiosas porque recuerdan y ya no duelen, y evocan historias. Pero como toda cosa valiosa, conseguirlas cuesta caro...
No son mis palabras,las tomé prestadas de los monólogos de Luis Piedrahita, le conoces? Es el rei de las cosas pequeñas (aunque las cicatrices sean grandes)
Un abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSí, lo conozco!!! Sabe hacer reír y sabe hacer pensar. Y, a veces, no te ríes, pero piensas mucho con él. Es todo un tesoro...
ResponderEliminarLeyéndote me he acordado de algo que escribí hace ya bastante tiempo; me han entrado ganas de leerlo, pero acceso restringido :(
ResponderEliminarmarilia.lacoctelera.net/post/2007/01/21/cicatrices-el-dedo-corazon
Yo también estoy llena de cicatrices; será que tengo una piel tan sensible como el alma, y todo me deja huella. Pero como tú bien dices, las hay buenas, las hay malas, las hay que están ahí para que recuerdes, o para que no olvides, para que aprendas. Las hay de caídas de un árbol (sí, aunque no te lo creas) y de adioses tardíos. De todo un poco. Pero, al fin y al cabo, es como somos, es lo que somos, y debemos dar gracias que esta vida nos ha regalado estas cicatrices, porque es señal de que la hemos vivido.
Tres años ya, madre mía, cómo pasa el tiempo...!!
Recuerda que tenemos pendiente una escapada al "Breska"... :P
Un súper abrazo, mariquilla ;)