Hace tiempo que hablo de Terras Incognitas, de marinos, de piratas, de viajeros que se deslizan por los océanos de la piel. Y me doy cuenta ahora de que no me he explicado. Es decir, me expliqué hace tiempo, en otro sitio. Hablé del descubrimiento de mi Terra Incognita. Pero no aquí.
Esta es mi Terra Incognita. La que se esconde en el mapa de la piel.
La de los lugares secretos. La de los misterios. La que aún tiene tanto por descubrir...
Es la Terra Incognita de nuestra piel.
Un lugar precioso, un rincón perfecto.
Es un espacio sin nombre, allí dónde se une la base de la oreja con el cuello.
La piel parece más suave, y más dulce ahí.
Un solo roce, una caricia, o un susurro en ese precioso pedazo de ti puede llevarte, en un involuntario instante, al paraíso.
Somos criaturas sensuales, hechas para sentir, para saborear, para amar. Ese rincón sin nombre de nuestra anatomía puede ser el centro de todas las sensaciones, un lugar secreto, un mágico escondrijo del placer.
¿Como es posible que algo tan hermoso no tenga nombre?
Mi rincón secreto, mi escondrijo para las caricias, mi deseo, mi Terra Incognita.
Ese punto suave, delicado, sensible, es nuestra Terra Incognita.
Creo que ese es un buen nombre para un buen lugar.
Ese será su nombre a partir de ahora. Al menos para mi.
Será hermoso tener una Terra Incognita sobre la piel.
(Deseo el roce de unos labios piratas explorando mi Terra Incognita...)